Con la idea de mantener el vínculo familiar de los niños, niñas y adolescentes (NNA) que ingresan a las residencias de María Ayuda, es que se hace un trabajo exhaustivo de investigación e incorporación con el núcleo más cercano, para trabajar en conjunto en post de la recuperación de las redes afectivas.
El “despeje”, es una de las primeras acciones que se realiza con los niños, niñas y adolescentes de las residencias de María Ayuda. Este trabajo, consiste en levantar, con el apoyo del Registro Civil, antecedentes de todas las redes familiares que ellos tienen, para hacer un análisis del historial proteccional y ver cuál es la historia familiar y cuáles son las biografías que presentan, desde las condiciones de protección, el comportamiento y desde los recursos con los que ha contado o no esa familia para este apoyo.
“La primera opción, es que hay que intentar agotar la posibilidad de rehabilitar condiciones para que las familias puedan ejercer su rol de cuidado. Para todo el proceso de intervención, siempre está el despeje familiar, la búsqueda de adultos que, sabiendo que han tenido un funcionar proteccional errático e incluso mal tratante, puedan tener espacios donde se puedan trabajar competencias, entendiendo que muchas de las condiciones que los llevan a manifestar dificultades para el cuidado de sus niños o niñas, tienen que ver con vulneraciones que también los han afectado a ellos de manera transgeneracional. La violencia, el abuso y la precariedad son factores que son sociales y que muchas veces están instalados generación tras generación en algunas familias”, comenta Claudia Fischer, Jefa Técnica de María Ayuda.
Los sistemas residenciales han ido desarrollando técnicas, metodologías e instrumentos que permiten evaluar competencias parentales y marentales. María Ayuda, se la juega por hacer un buen diagnóstico, que permita reconocer cuáles son los puntos deficitarios y los posibles recursos con los que se cuentan y que se pueden implementar. En ese sentido, el apoyo de la dupla psicosocial empieza a ser fundamental, en donde el Trabajador Social, como gestor de redes, ve cuáles son las herramientas y recursos necesarios y, al mismo tiempo, entrega, progresivamente, instrumentos de inclusión que permitan el empoderamiento y la independencia de la familia para un funcionamiento más protector.
“Dentro de los principales objetivos que tienen las residencias, están, por una parte, ofrecer un espacio de protección ante una situación de crisis por vulneración, que pone en riesgo vital a un niño, entregar una atención de calidad, integral, que reconozca, fomente y promueva los derechos de los NNA cuando requieren una intervención de este tipo. Como segundo objetivo, está el proceso de reunificación familiar. Inmediatamente, cuando un niño o niña ingresa, se trabaja para que su permanencia en este espacio artificial de relación sea transitoria, por lo que la labor con las familias se vuelve fundamental. Esto nos permite a que en el menor plazo posible, puedan volver a estar en un espacio familiar natural, donde pueda ejercer, como todo niño, su derecho a tener identidad, a participar en actividades extra programáticas sociales y comunitarias”, finaliza Claudia, considerando siempre buscar un espacio de reconocimiento y cuidado de su historia familiar.